El algoritmo no quiere saber nada de esto

En los últimos años, parecía que la menopausia empezaba a dejar de ser un tabú. Algunas campañas rompieron el silencio, mostrando a mujeres reales, hablando de cambios hormonales, de sofocos y de emociones, sin filtros ni eufemismos. Sin embargo, ese impulso inicial ha perdido fuerza, y la conversación se ha vuelto a diluirse tanto en las redes sociales como en las estrategias de comunicación de muchas marcas. La menopausia, una etapa natural que afecta a la mitad de la población mundial, parece volver a esconderse bajo capas de vergüenza, silencio y marketing superficial.

En un entorno donde la autenticidad y la inclusión se han convertido en palabras clave, sorprende que la menopausia siga sin ocupar un lugar visible y constante. Mientras la menstruación, la maternidad o incluso el autocuidado postparto se han convertido en temas de tendencia y engagement, la menopausia aún se percibe como incómoda o, peor aún, irrelevante. ¿Por qué? En gran parte porque sigue asociada con la pérdida: de juventud, de deseo, de productividad. Y eso, en un mundo que rinde culto a la juventud, no vende

Las redes sociales, plataformas que en teoría democratizan la voz de millones de mujeres, también reproducen este patrón. Aunque existen creadores de contenido que abordan el tema con valentía, no suelen ocupar espacios protagónicos ni contar con el respaldo de grandes marcas. El algoritmo favorece otros cuerpos, otros discursos, más alineados con la estética aspiracional del bienestar joven. Como resultado, muchas mujeres en esta etapa vital sienten que desaparecen digitalmente: no se ven, no se escuchan, no se les habla.

Las marcas del sector belleza, moda o bienestar han hecho tímidos intentos por integrar el discurso del “well-ageing”, pero a menudo desde un enfoque superficial o simplemente comercial. Lo que falta es una narrativa honesta, empática y sostenida en el tiempo, que representa a las mujeres en la menopausia sin infantilizarlas ni idealizarlas.

No se trata solo de visibilidad, sino de dignidad. Es una transición natural, compleja y diversa. Ignorarla no hará que desaparezca; solo perpetuará el sentimiento de invisibilidad que muchas mujeres ya experimentan. Es hora de volver a hablar, esta vez para no llamar más.

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